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El primer amor de Yasha

Autor:   Admin

Pais::   Estados Unidos

Fecha de adición: 09.07.2012

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Yasha era un chico corriente, de una familia común. No sobresalía en la escuela con notas excelentes, pero tampoco era de los atrasados. Su futuro ya estaba predeterminado desde el nacimiento. No tenía que pretender a ser una estrella. “Serás lo que yo, constructor” – le repetía su padre borracho como de costumbre. Así que Yasha no quería alcanzar ninguna estrella. Su infancia pasó en los edificios residenciales de la ciudad. Quiso un par de veces dedicarse al fútbol pero no resultó. Soñaba con un auto extranjero, aunque sabía que era imposible ganarse tanto dinero para adquirirlo.

A los dieciséis años por primera vez compartió un canuto con los chicos del barrio. A los diecisiete se enamoró de su vecinita Alena. Sus relaciones fueron bien calurosas. Alena tenía un carácter muy fuerte, y no se puede decir que Yasha fuera muy suave tampoco. Periódicamente le daba golpizas a su amante, después de lo cual aparecía con enormes racimos de manzanilla, bombones de chocolate y otros regalos. Ambos estaban satisfechos de su “felicidad”. En las tardes de noviembre, reunidos con los chicos del barrio los enamorados soñaban con su futura boda, elegían nombres para sus futuros hijos, querían morir el mismo día.

Al terminar la escuela, Yasha fue llamado al ejército. Alena le prometía entre lágrimas que le escribiría, lo que cumplió en sus cartas melosas, hablándole de lo mucho que le añoraba. Realmente le esperaba. Dos años y un poco más demoró la separación. Solo que Yasha cuando volvió ya había cambiado. Era como un extraño, desaliñado.

Se corrió la voz de que Yasha en el ejército comenzó a usar drogas. Noticia buena para los traficantes de la localidad. Yasha empezó a sacar de la casa todo lo que se pudiera vender. Alena por medio año le rogaba llorando que dejara los narcóticos. Yasha no accedía, hasta que Alena disintió. Decidió que merecía algo mejor y se fue a vivir a Moscú. La vida en la ciudad la obligaba a borrar de su memoria el pasado incluyendo a Yasha. Primero trabajó en el mercado, después abrió su propio negocio en una tienda. Crecieron sus ingresos, apareció un auto, cosas de valor. Apareció un hombre y tuvo una hija. Luego este desapareció, y quedó con su hija.

A fin de agosto, casi cinco años más tarde, viajó de visita a casa de sus padres. Cuando se acercaba a su antiguo hogar tropezó con Yasha. Estaba sentado en un banco del porche. Era irreconocible. Había caído al fondo. Ya no era Yasha, sino un pordiosero. Le repugnó. ¿cómo pudo haber liado con un tipo así?. Pensó que la juventud no habría sido el mejor argumento…Y dio la espalda con desdén.

La madre le dijo que él aparece por ahí de vez en cuando. Sus padres ha ya dos años que huyeron. Le dejaron el apartamento y se fueron a vivir al campo, lejos de la gente y de su hijo. En el apartamento hace tiempo que habitan traficantes, mientras que él trasnocha de un portal en otro. Luego el tema de Yasha se fue diluyendo en una taza de té con limón y caramelos de Moscú.

Un golpe tras otro. Alena sintió como corría un hilillo de sangre tibia por su barbilla. La cabeza le daba vueltas. Le pareció que había caído en un pozo…

Estaba sentada frente a la ventana, la mano derecha atada a la estufa con unas esposas. Le molestaba todo el cuerpo, tenía un dolor intenso en las caderas. Sintió que la habían violado. Pero ¿quién? y ¿dónde estaba?

Dos semanas más tarde hallaron el cuerpo de Alena en el apartamento de Yasha. Él en persona lo trajo hasta allí. Pretendía primeramente robarle las prendas y el dinero para comprar narcóticos. Pero, cuando vio a su cuerpo inmóvil en el porche, se llenó de celos y rencores. Celaba la vida actual de Alena, su auto, su costosa bolsa.

Dijo a sus compinches traficantes que aquella era su hermana, que le había abandonado junto con los padres. Aquellos ni siquiera dudaron de sus palabras. Durante dos semanas abusaron sin piedad de la chica, la violaban y la golpeaban. Dos semanas Alena estuvo echada sobre un charco de sangre, orina y heces. Ni pensar que alguien se ocupara de su estado. Ella misma no estaba en condiciones de ponerse en pie.

Todo ese tiempo la policía y los parientes buscaban a la chica por toda la ciudad, hasta que Yasha no confesó a uno de los policías: “está en mi casa esa puta que buscáis”.

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