Concurso Transnacional Antinarcotico por Internet "Maya". Videos, fotos, carteles, dibujos contra la narcomanía y el alcoholismo

Historias duras del consumo

Autor:   Admin

Pais::   Estados Unidos

Fecha de adición: 02.03.2012

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Los adictos al paco han perdido el rumbo, pero no se quieren bajar. Habitan más allá de los márgenes y andan caminando encorvados, vestidos con huesos vivos. Un cronista del NO recorrió ese lugar donde todo va a parar a la balanza y las redes de contención se rompieron hace rato.

Les dicen “San la Muerte”. Están flacos, raquíticos, sus caras están chupadas, caminan encorvados y los brazos les cuelgan casi hasta la rodilla. No les queda nada, muchas veces venden hasta su propia ropa, los sueños los vendieron hace rato. Parecen linyeras, no se bañan.

 El paco o bazuco, la gilada o la base, la porquería: así le llaman a la droga más adictiva, mortífera y barata del momento.

 No importa el territorio. Todos saben de qué se trata. Julio Denis tiene veintipico de años, la cara huesuda, sus ojos marrones revolotean, fuma un tabaco tras otro, no para de hablar y en esa catarata de palabras increpa a su amigo Facundo por ser adicto al paco.

Tiene bronca y dice que los pibes se están matando, que así como están no sirven para nada más que para regalarle guita al transa. “Muchas veces vimos cómo llegan a transar una parrilla para hacer asado, roban la ropa que cuelga de la soga en un patio o alguna mascota, un perro o una tortuga”, en una charla con adictos y consumidores ocasionales de la pasta base,.

“Decile la que hacés vos”, escupe Julio a Facundo Salinas, sentado a su lado en una silla de plástico blanca. Facundo mide casi un metro setenta, pero no se nota a simple vista porque tiene la posición de un adicto crónico, la espalda encorvada.

 El aspecto estético de Facundo no es de linyera, pero se acerca. Lleva puestos unos jeans oscuros, remera corta y unas alpargatas bastante sucias. Su pelo marrón clarito es corto. Tiene un par de ojos grandes y desconfiados que observan con importante lentitud; a cualquier desconocido le generaría temor. Su amigo Julio dice que está muy flaco. “Tocale las piernas y te vas a dar cuenta.”

Es un día medio nublado. A la noche llovió sin cesar, así que el asentamiento está lleno de barro. Con el tereré de por medio, unos cinco adolescentes se reúnen a conversar con el  “Muchas veces me peleé con amigos míos por el paco. Vendí muchas cosas y hasta le regalé dólares al transa”, balbucea con la boca apenas entreabierta y sus labios secos Facundo Salinas, que mira sin pestañear desde su silla y a menos de un metro de distancia. “Tengo 23 años y desde los 14 que fumo base. Estuve internado. Mucho tiempo le di a la bolsa de poxi, llegué a tomar merca por un puntero; él sintió que me tenía que regalar algo por todo lo que le compraba. Ahora fumo nada más que base”, atina a decir Facundo, que trabajó por mucho tiempo abriendo puertas de los taxis.

Era su única entrada económica lícita, hasta que lo corrió gente de seguridad por robarle a un turista.  Tenía mucha bronca cargada y ganas de paco. Cuando veo que un tipo en su bolsillo tiene una billetera abultada y un bolso colgando. Entonces lo laburé. Por allá ya no puedo pintar. Todo lo que laburé se lo di a un transa para paco.”

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